jueves, 21 de julio de 2011

CIRCULO VICIOSO

A veces las personas pretendemos aparentar ser distintas, que sé yo…fuera de lo normales. Sentimos que nadie nos entiende, que nadie nos puede ayudar, y creemos que de toda esa gente que abarca ese nadie: no hay un ser humano que use los mismos zapatos que nos ponemos con desprecio cada mañana.
Pero después nos encontramos con las otras veces: nos subimos al ascensor, pretendemos que el extraterrestre de al lado no existe, hasta que la marciana empieza a hablar por teléfono y sin querer escuchamos contar la historia que uno ya contó. En ese momento miramos sus pies, y nos damos cuenta que sus zapatos no son tan distintos a los nuestros, que las cosas realmente pasan, y así como pasan se van y les llegan a otros, a otros que también les pasan.
Sí, somos especiales, pero para uno mismo. Porque cuando somos para el otro lo arruinamos…y eso contempla equivocarse y que no te perdonen, querer y que no te quieran, que te roben algo y no te lo devuelvan, que juegues y pierdas. Porque somos humanos ordinarios, nos confundimos en una materia o en la otra. Y esa confusión no la vemos porque creemos ser fuertes, creemos ser intocables, y creemos que a nosotros nunca nos va a pasar, entonces pasa.
Y el recorrido de la incertidumbre, de la inconsolable equivocación es patéticamente igual en todos los casos. Sea en la traición de una amistad, una relación fraternal o del amor de tu vida, el proceso es siempre el mismo maldito circuito. Cuando elegimos- porque donde hay una decisión hay una elección- lastimar a una persona o incluso a nosotros mismos, somos conscientes a pesar de sentirnos culpables pero empezamos a creer que el motivo es suficiente justificación para no frenar. Siempre hay un punto donde se puede parar, uno no pasa el semáforo en rojo sin haber sido advertido por la luz amarilla. Pero solemos cruzar, seguir derecho sin importar el riesgo de pisar a alguien, porque la cegación nos hace buscar cada vez más.
Y cuando finalmente alcanzamos esas ganas "imposibles" de satisfacer, en otras palabras la concreción de la traición, entra en escena el arrepentimiento y el replanteo de uno mismo. Queremos volver al principio y no confundirnos, buscar alguien que nos haya frenado, pero fuimos nosotros los que dejamos que pase, creyendo obviamente que a nosotros no nos pasaría. 

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